30.9.08

Pensemos en "Playboy" (Por Sandra Russo)

Playboy en el caso de la valija, o cómo en los temas menos pensados se deja ver una derrota en la batalla cultural.

Al escándalo de la valija no podía faltarle una chica Playboy. Ya había pasado con una pulposa compañera de los sin techo brasileños. Y aunque María Luján Telpuk tenga techo y un ex trabajo seguro pero embolante, comparte con la sin techo brasileña haber lanzado señales de humo erótico desde las páginas de política de los diarios de sus respectivos países. En el caso brasileño, es posible una lectura específica, ya que la marca Playboy tiene connotaciones muy fuertes. Aunque debe haber habido algunos compañeros de la pulposa que le deben haber advertido que estaba prestándole el cuerpo a un sistema de signos en el que también se inscriben todas las pestes capitalistas, la mayoría de ellos debe haber festejado “llegar” a la tapa de Playboy. “Mostrar” qué hembras hay en sus filas. Cierto orgullo confesado o no debe haber recorrido a muchos sin techo que estaban siendo representados en la tapa de una revista erótica norteamericana por una de sus mujeres, desnuda, vuelta objeto de deseo de hombres capitalistas. La lógica de barrio aplicada. Los movimientos políticos no le prestan mucha atención a la idea que tienen de los cuerpos de sus mujeres. Hombres y mujeres. Eso implica otros debates. Pero sobre los movimientos o partidos políticos latinoamericanos. Porque nuestras hermanas latinoamericanas son nada menos que las latinas, el nuevo objeto de deseo yanqui.

En el caso de Telpuk, las cosas son muy distintas. Comparten sí la vía a través de la cuál “llegan” a Playboy, esa usina que Playboy tiene abierta siempre, y que le permite ofrecerle al lector las fotos de desnudos “cuidados” más famosas del mundo, pero con el plus de que estos cuerpos arrancados de otros ámbitos son cuerpos virginales en el sentido de estar desnudos a cuatro colores para consumo opcional de millones de lectores. La mayoría de las chicas Playboy ha estado desnuda desde mucho antes. Estos cuerpos traen no sólo una primera vez, sino también y sobre todo la idea de que una oferta económica de Playboy y su tapa pueden cambiarles la vida: son cuerpos cuyas dueñas necesitan que sus vidas cambien. No es una aspiración femenina generalizada salir en pelotas en la tapa de Playboy. Es un síntoma, más bien, de un tipo de mujer que busca un atajo. Playboy, así, “compra”. La operación simbólica es prostibularia.

El caso de la valija debe tener para los norteamericanos una connotación como la que tenían esas películas de Emilio Disi haciendo de detective. La estructura narrativa de una porno sin sexo. Ya tenemos dos personajes femeninos: la secretaria y la policía aeronáutica. De eso se ocupa Playboy: de captar situaciones con un morbo invisible, y hacerlo un desnudo.

Lejos de los tiempos de Para leer al Pato Donald, que se devoraba en las universidades de los ’70, el imperio no ha dejado de tender sus increíbles tentáculos disciplinarios sobre episodios menores o mayores del mundo hispano, poblado de hembras latinas con curvas y tetas igual de hechas que las norteamericanas, pero con mejor caída.

Esto es probablemente causa del protagonismo hispano en Estados Unidos. Ya ha creado un dialecto, el spanglish. Pero también como grupo mayoritario imponen estándares de belleza. Hemos perdido innumerables batallas culturales frente al discurso imperialista, y nuestras relaciones con el cuerpo y el erotismo no escapan a lo que fue entregado en esas derrotas. Los ciudadanos urbanos de las grandes ciudades de América latina somos sujetos identificados con los habitantes de Nueva York. Sus gurúes sobre el bienestar son best sellers, mientras los ataques de fobia y de pánico llueven como garúa. En materia del respeto por nuestros cuerpos y de nuestro erotismo, hemos perdido incontables veces en la famosa batalla cultural.

Pero ahora, lo latino es bello. Los latinos viven pobremente, pero se han colado en Hollywood. El estándar latino de belleza hechiza por su desmesura, por su promesa de descontrol, por romper el modelo de la hembra andrógina de la moda, ése que le propone cuerpos sin carne y sin deseo. El hecho es una buena oportunidad para ponerse a pensar en estas cosas. Avisé.


"Una pulga no puede picar a una locomotora, pero puede llenar de ronchas al maquinista" (Libertad, amiga de Mafalda)